La idea de Europa en el pensamiento clásico

AuthorCarlos José Riquelme Jiménez
ProfessionUniversidad Nacional de Educación a Distancia
Pages19-44
1. Marco geográfico de la identidad europea

El agua, considerada por Tales de Mileto (primer filósofo del mundo griego) como fuente de todas las cosas, va a servir de cuna-aposento a la unidad europea. El agua es el vientre donde se gestaron las semillas de la integración de los pueblos de Occidente. Ya Hesíodo, en su Teogonía, especificaba el marco genealógico del Viejo Continente, asegurando ser Europa hija de Océano y Tetis.

Sus caracteres geográficos se hacen eco de su vinculación con el agua al situar la máxima distancia entre la cornisa marítima y las tierras del mar adentro en unos mil kilómetros. Los geógrafos llaman castillo de agua de Europa al triángulo comprendido entre Berna, Stuttgart y Saint-Moriz. De aquí arrancan tres ejes básicos para la circulación europea: Europa disfruta... de la propiedad de un magnífica situación estratégica que no ha podido dejar de influir en su historia. Y más clara aún se nos aparece, como propia y característica de Europa, su proyección horizontal, en la que istmos, penínsulas, archipiélagos y mares dan por resultado un contorno rico en formas y articulaciones variadas, en un grado que sólo ella realiza. Esta variedad y riqueza se acentúa en su mitad occidental, allí donde Europa adquiere sus caracteres más singulares 1. Precisamente en esta mitad occidental nacerán los hechos e impulsos de la unidad europea. Page 19

Puede hablarse, a grandes rasgos, de una triple Europa según el agua: la del Mediterráneo, la de los ríos y la atlántica.

El Mediterráneo goza del privilegio de costear tres continentes. Mar sabio sería el título adecuado porque conjuga con maestría las ideologías africanas, asiáticas y europeas. Sus aguas sirven de correo a las esencias culturales griegas. Las islas (Rodas, Chipre, Creta, Sicilia, Córcega, Cerdeña, las Baleares), coordenadas con lógica geográfica, describen la ruta principal del Mare Nostrum, por donde transitan mercaderes, hombres de ciencia, guerreros y misioneros.

El Imperium romanum fue un imperio mediterráneo que comprendía los territorios que circundan este mar, cuyo centro político y cultural era la ciudad de Roma. Por esta razón es para los escritores romanos de la época floreciente del Imperio, mare internum, mare nostrum. El carácter de imperio mediterráneo que ofrece el romano no sufre cambios por el hecho de que Roma extienda su hegemonía a las Galias, y después, a Britania, posteriormente al Rin y al Danubio, ya que estas zonas fueron provincias creadas para seguridad de fronteras, aunque no experimentaran la romanización.

Podemos decir que, incluso, a pesar de la división del Imperio romano, no fue destruida la idea unitaria que se continuó con la unidad jurídica del Imperio bizantino, aunque sus súbditos ofrezcan un aspecto heterogéneo y el lenguaje que se use sea el griego, pues el Imperio seguía siendo romano por la idea que lo inspiraba.

El Mediterráneo, pues, se nos muestra así con vocación espiritual y terrena, al mismo tiempo que atesora uno de los embriones de la unidad europea. Ésta se gesta en el seno de tres penínsulas: Grecia, cuna del pensamiento y de la ciencia; Italia, o la pasión por el mando encarnada en el Imperio romano; e, Hispania, o la fidelidad al jefe político con hazañas épicas y el afán por la aventura. Junto a éstas aparece un territorio bisagra: Francia, que bebe la cultura del Mediterráneo para luego transvasarla hacia el corazón de Europa.

En consecuencia, el Mediterráneo se percibe así como la base del pluralismo de hombres y asiento de una de las grandes culturas de la Humanidad.

Ha de señalarse que si bien se atisban en ese espacio geográfico los caracteres fundamentales de la civilización occidental, no nace en él la idea de Europa como unidad. Ésta comenzará a definirse en la línea formada por los ríos Mosa, Mosela y Rin, con la figura de Carlomagno. Considerada la historia con la proyección del tiempo, salta a la vista la ubicación geográfica de la primera unidad europea en ese área, comprendida entre Aquisgrán, Borgoña y la Isla de Francia. En consecuencia, el espíritu germánico será su inspirador.

Finalmente, por el agua de los océanos saldrá la idea de Europa para ser exportada a otros continentes: navegantes, conquistadores, misioneros, hombres de ciencia, comerciantes desempeñan el oficio de transmisores del espíritu euro-Page 20peo. Sobre la importancia política del marco geográfico, escribe Duverger: La política de los Estados viene dada por la geografía. Es una frase de Napoleón que expresa una vieja idea, localizable en germen ya en el siglo V antes de Cristo, en el Tratado sobre el aire, el agua y los lugares2 de Hipócrates. Heródoto lo aplicó también en su Historia, y en el libro VII de su Política, Aristóteles formuló una teoría sobre las relaciones existentes entre el clima y la libertad política que fue utilizada, posteriormente, por Jean Bodino, antes de ser desarrollada después por Montesquieu en los Libros XIV al XVII en El espíritu de las leyes. A finales del XIX y a principios del XX, estas tesis tradicionales serán desarrolladas de manera sistemática por los geógrafos 3.

2. Civilización antigua y medieval: piezas en el engranaje de la unidad europea

Una vez descrito el marco geográfico donde se va a desarrollar la construcción europea, convendrá establecer una distinción entre la civilización antigua y la civilización medieval, desde el punto de vista de su ubicación espacial.

La civilización antigua era mediterránea y como tal abarcaba Oriente y Occidente. El proceso histórico hizo que se agrupase en torno al Imperio romano, que marcó su formación y evolución definitiva. Pero los pueblos que se insertaron en él ni le influyeron ni enriquecieron. El Imperio Romano, que incluye también África y una gran parte de Asia, no es Europa. La historia europea, el nacimiento de Europa, en tanto que es una realidad política, se realiza en dos momentos que revisten el carácter de destrucción creadora. Europa nace de las ruinas de las polis griegas y del Imperio Romano. Primero la polis griega, después el Imperio Romano mueren debido a una evolución interna que desemboca en la alienación de su propia población, de su propio público, respecto a la forma de vida que les había sido propia. La polis griega muere con la disolución del mundo griego, mundo de comunidades urbanas, de ciudades-estado, cuya viabilidad queda demostrada por la resistencia a las monarquías del Asia Anterior, pero que pronto se destruyen entre sí. Sin embargo, dejan una herencia que, al convertirse en fundamento de la unidad social que sucede al mundo griego, les da la posibilidad de ser la verdadera continuación de la vida de las polis. En cierto sentido se puede decir que los estados helenísticos representan también una pérdida y una discontinuidad. En ellos se produce la pérdida de algo que había estado presente en la polis griega: la libertad de la vida política, su iniciativa, el Page 21 sentido específico de la vida activa, que tan bien ha analizado Hanna Arendt. Sin embargo, desde otro punto de vista, el periodo helenístico es extremadamente importante porque da lugar al nacimiento del concepto de Humanidad como algo general de la que cada individuo participa. En el curso de este periodo es cuando toman forma todos los problemas que acompañan desde entonces a la Humanidad: el problema del estado universal, de la religión universal, de la acomodación social, del necesario entendimiento de las naciones entre sí. Todos los ingredientes del helenismo cristalizarán luego en el Imperio romano.

Ahora bien, desde el punto de vista espiritual, el Imperio romano vive de la herencia de las polis griegas en el sentido en que aspira a afirmarse como un Estado de Derecho, un Estado en el que el ius civile se asienta en el ius gentium que deriva a su vez de lo que han elaborado los filósofos griegos, sobre todo Platón y Aristóteles, con sus reflexiones sobre un Estado de justicia. Pero la catástrofe del Imperio romano vuelve a dejar una herencia que se remonta una vez más a las polis griegas, pues la base común sobre la cual descubre la posibilidad de unirse y de continuar viviendo (que se muestre susceptible de una generalización que permita a nuevas tribus y nuevas naciones integrarse en el nuevo complejo) está formada por el espíritu griego. De esta manera nace la Europa medieval. Todo lo que se adhiere al nuevo programa (reino de Dios), tiene una proyección terrestre y la perspectiva de realizarse un día en la Tierra. Todos los que se unen con el fin de realizar este programa, todos ellos pertenecen a Europa.

Es claro que este programa también es el del Islam, pero sólo hasta cierto punto y con matices. El conflicto que opone Europa al Islam hasta el siglo XIII ve cristalizar estas dos concepciones afines y, sin embargo, muy divergentes. La cuestión consiste ahora en saber dónde tiene su origen todo esto. ¿Cuál es la herencia capaz de tal acción operativa? Los filósofos griegos lo expresan en un lenguaje muy claro, definiendo la libertad humana como cuidado del alma, pues este cuidado puede llevar al hombre a una situación semejante a la de los dioses, porque el alma humana es la que tiene el saber sobre la totalidad del mundo y de la vida.

La civilización medieval es, a diferencia de la antigua, occidental. No incluye sino una fracción del Imperio antiguo y se nutre, no solo de Cataluña, Aquitania, Provenza o Italia, sino también de Inglaterra, Bélgica, Renania, Borgoña, Normandía y la Isla de Francia.

Es preciso señalar que durante el periodo de...

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