La idea política de Europa en la España ilustrada

AuthorAlejandro Diz
ProfessionUniversidad Complutense de Madrid
Pages303-318

Durante siglos como es sabido los términos Europa y europeos tuvieron una acepción casi meramente geográfica, ya que de lo que se hablaba era de la Cristiandad y de los cristianos. Fue en la horquilla de tiempo que va, aproximadamente, del siglo XV al XVII cuando se utiliza indistintamente los términos Cristiandad y Europa y cristianos y europeos, entre otras cosas porque ya había cristianos en la América descubierta y cristianizada que no eran europeos. Además, con la cultura humanística de los primeros tiempos de la Modernidad y su intento de recuperación de algunos valores de la Antigüedad pagana, el término cristiano había empezado a ser insuficiente, ya que rebasaba a la propia Europa y no todos los europeos se sentían plenamente incluidos en él.

Fue a fines del siglo XVII y principios del XVIII, cuando empiezan a estar ya trazados los caminos de Europa como tal entidad, y es entonces cuando se difunden los nombres Europa y europeos en su sentido cultura1.

Es, pues, a partir del siglo XVIII cuando se puede hablar de Europa como un espacio mental, cultural y espiritual propio, cuando Europa adquiere plena conciencia de sí misma, entre otras cosas porque al admitirse la existencia de culturas chinas, indias o americanas con rasgos propios, ayuda a contornear más nítidamente las características de Europa como una entidad individual en los aspectos cultural y espiritual, e incluso en cierta medida político, aunque habrá que Page 303 esperar al siglo XX para que se produzca el intento de ser también una unidad política2.

En el siglo XVIII, se produjo uno de los fenómenos más singulares de la historia europea, consistente en que, por una parte, cristalizaron en lo fundamental las características propias de los Estados modernos que venían configurándose desde hacía siglos (ejércitos permanentes y profesionales, diplomacias permanentes, etcétera) y, por otra, esos Estados se asentaron sobre una Europa unificada, especialmente en el terreno cultural y espiritual, unidad no conseguida ni aceptada como tal hasta entonces.

Y ese nuevo nivel de la entidad llamada Europa, seguramente sólo fue posible alcanzarlo una vez cerrada en lo fundamental la fase de consolidación de los principales Estados que componían el rompecabezas Europa, compuesto como sería definido por pensadores de la época, como Montesquieu o Voltairepor muchos Estados con diversas formas de gobierno, como una de sus principales singularidades. Interpretando esa multiplicidad de Estados como una de las causas de la libertad política que disfruta Europa, frente a intentos hegemónicos e imperialistas, y por tanto de la necesidad de mantener esa pluralidad como medio de asegurar la libertad.

1. Doctrina del equilibrio europeo

Sobre esa relación tensionada, positivamente tensionada, se asentó y practicó la doctrina del equilibrio europeo, con su profunda carga no sólo de simple mecanismo de relaciones interestatales, sino también de basamento para la caracterización de Europa como comunidad de varias naciones regidas por el principio de la libertad política, evitando permanentemente la hegemonía de una sola, mecanismo que va a funcionar hasta prácticamente las dos guerras mundiales del siglo XX.

Todos estos principios los encontramos expuestos también en autores españoles de la época. Así, Romá y Rosell describía en 1768 con nitidez el principio del equilibrio en las relaciones interestatales, cuando señalaba que, la Europa se compone de multitud de Naciones, en todas las cuales reina el principio del equilibrio, que es lo que las une siempre que el orgullo de alguna amenace a todas su ruina 3. El duque de Almodóvar señalaba en 1790 que la mayor porción Page 304 de Europa se compone de poderosas sociedades ilustradas, extensas y celosas en un grado casi igual. Unas a otras se empujan, y en medio de una continua fluctuación, se extienden unas, otras se estrechan, y la balanza se sustenta movida ya de un lado ya de otro, sin llegar nunca a caer de una sola parte 4.

España fue una de las piezas claves de ese mecanismo del equilibrio europeo, algo que está patente tanto en la publicística de entonces como en la práctica del gobierno, de la diplomacia y de la política exterior española en general, y no sólo como ya queda señaladocomo un principio de las relaciones internacionales y que asegure la independencia y la libertad política de las naciones, impidiendo que ninguna de ellas consiguiese la hegemonía plena, sino también como factor positivo de tensión y sana rivalidad entre las naciones, para no caer en la autosatisfacción, el marasmo o la decadencia.

En la famosa Instrucción Reservada de 1787 redactada por Floridablanca, en la parte dedicada a la política exterior, se observa que las preocupaciones e intereses de España eran los propios de una gran potencia5. De hecho, la metáfora usada en el siglo XVII para significar la política del equilibrio europeo como una balanza con dos platillos y un fiel, que estarían representados por España, Francia e Inglaterra, todavía se seguía usando en ocasiones en el XVIII, intercambiándose la situación entre Inglaterra y Francia, y también España, metáfora que está presente una y otra vez en las publicaciones periódicas de la época6.

Es evidente que, la civilización europea nunca ha podido resumirse ni bucear exclusivamente en la historia de una sola nación, y ni siquiera de unas pocas naciones, aunque indudablemente unas han tenido más densidad e influencia que otras. Por eso, Europa, si bien como ya queda dichoñ, especialmente a partir del s. XVIII se solidifica sobre una base de una unidad cultural y espiritual común, no puede entenderse si no es sobre el mosaico de los cuerpos nacionales, aunque, a la vez, ese mosaico se argamasa en un cuerpo político con unas reglas de funcionamiento comunes y compartidas en lo fundamental.

Cadalso en sus Cartas Marruecas presenta ya desde las primeras cartas su proyecto de intenciones, que no es otro que el de mostrar precisamente esa dualidad típica y compleja de la Europa dieciochesca. Así, escribe en la Carta I: Page 305 Observaré las costumbres de este pueblo [el español], notando las que le son comunes con las de los otros países de Europa, y las que le son peculiares ; para añadir inmediatamente en la Carta II: he hallado tanta diferencia entre los europeos, que no basta el conocimiento de uno de los países de esta parte del mundo para juzgar de otros estados de la misma 7.

2. Nuevo proyecto político europeo

Fenómeno complejo el que se produce en aquel siglo, que lleva a que la rivalidad entre las diferentes naciones adquiera una intensidad especial en la reivindicación de las aportaciones de cada una de ellas o en el participar de la dirección del timón de esa nave común que es la civilización europea, con sus compartimentos más o menos holgados y encajados que son las diferentes naciones. Y en este fenómeno histórico complejo, habría que preguntarse cuál es el papel que juega España y la visión que tiene al respecto.

España, tras un complejo proceso en épocas anteriores en que había sido la principal potencia hegemónica, y tras un lapso de cierto apartamiento de las corrientes europeas durante parte del siglo XVII -que no aislamiento, cosa imposible en la medida en que seguía siendo una potencia hegemónica-, en el siglo XVIII comprende por fin como ha señalado José María Joverque lo español es una provincia de lo europeo y que la condición de español comporta necesariamente la de europeo 8.

Proceso histórico el vivido por España complejo y de los más singulares, quizá el que más, entre los grandes países europeos, ya que como señaló Díez del Corralel intento español de construir un imperio universal había acabado sirviendo para establecer un sistema político contrario: el de un pluralismo armónico de las potencias europeas basado en la idea del equilibrio, o balanceo de poder9. Un nuevo concepto de la vida pública que se propagaba por Europa, principio nacido precisamente en los países que más enemigos habían sido de España, como Inglaterra y Holanda, al cual también la España del XVIII se adapta.

Fenómeno histórico de adaptación curioso y complejo, además de un tanto paradójico: se llegaría a conseguir la finalidad inicialmente buscada por el pro-Page 306yecto histórico secular español, es decir, la unidad europea o mejor dicho, una determinada unidad europeapero aceptando en sus principales aspectos el proyecto histórico contrario al que ella había defendido, es decir, el proyecto de una Europa horizontal frente al de una Europa vertical.

Pero, pese a la aceptación o encarrilamiento de España en ese nuevo proyecto histórico europeo, sin embargo, no era un país más totalmente homologable con el resto, sino que seguía siendo un país con una masa corpórea, geográficamente hablando, vastísima, dilatada en sus territorios americanos; porque no hay que olvidar que, pese a que había perdido sus territorios en Europa tras la Paz de Utrecht, seguía siendo la monarquía más extensa del mundo, el mayor imperio colonial.

Tenía, también, una densidad espesa como nación, para bien y para mal, como legado y como carga ese denso estado de latencia del que hablaba en su día Menéndez Pidalñ, un país al que aún se le veía, por parte de los otros países europeos, como la potencia hegemónica que había sido, que ya no lo era con tal magnitud, pero al que había que estar atentos para que no lo volviera a ser. Un país al que se veía, en palabras de Edmund Burke, como una ballena varada en las playas del continente. De ahí, las relaciones complejas, a veces no fáciles de comprender, de España con el resto de países europeos, y de las reacciones de...

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