La Unión Europea y Cuba: Contexto de la posición común

AuthorJoaquín Roy
Pages137-172
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Capítulo 5.
LA UNIÓN EUROPEA Y CUBA:
CONTEXTO DE LA POSICIÓN COMÚN
Joaquín Roy *
Más que la teoría de la política y las relaciones internacionales,
la sabiduría popular presente en los medios masivos
de entretenimiento puede, de vez en cuando, proporcionar
interpretaciones razonables para aquello que, a simple vista parece
irracional, absurdo o extremadamente confuso. Pocas parcelas
de las relaciones entre Europa (especialmente España), Estados
Unidos y Cuba merecerían tanto el calicativo de surrealistas e
incomprensibles como la insistencia con que Washington intentó
durante casi medio siglo hacer colapsar el régimen cubano. Europa
aplicó similar tenacidad en oponerse a la estrategia estadounidense,
simultáneamente con el mantenimiento del vínculo con Cuba y la
persuasión de reforma1.
Mientras Washington adoptó una actitud intransigente ante
La Habana, Europa pareció más pragmática y práctica ante la
tozudez cubana. Su paciencia se asemejaba a la de aquel acau-
dalado personaje secundario personicado por Jack Lemmon de
Some like it hot (o Uno, dos, tres, Con faldas y a loco en versiones
en español), quien insiste en sus requiebros a una aparente dama.
Ante las protestas de “ella”, de que en realidad no es tan inteli-
* Director del Centro de Excelencia de la Unión Europea Universidad
de Miami. .edu>
1 El autor agradece la asistencia en la edición bibliográca de Alfonso
Camiñas-Muiña.
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LA UNIÓN EUROPEA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: 1945-2012
Lógicas y polít icas de un actor global
gente ni hermosa y que está ya “comprometida” y luego revelándole que
en realidad es un hombre, el pretendiente exclama: “Está bien: nadie es
perfecto”. La otra cara de este drama de incomunicación viene dada por
una escena central y emblemática de Gone with the Wind (Lo que el vien-
to se llevó), cuando Scarlett O’Hara, despechada y abandonada por Rhett
Butler, pregunta desesperada: “¿Qué va a ser de mí?” Él le contesta con una
lógica aplastante: “Frankly, my dear, I don’t give a damn” (“Francamente,
querida, me importa un bledo”). Es textualmente lo que le contestó Fidel
a la Unión Europea (UE) cuando por enésima vez, ante la insistencia eu-
ropea de oferta condicionada, a pesar de los defectos y considerando que
“nadie es perfecto”, rechazaba la oferta de colaboración y ayuda. La UE,
con España a la cabeza, parecía con su tenacidad de mantener las líneas de
comunicación abierta que aplicaba otra máxima del saber popular neoyor-
quino: “Don’t blame me for trying”.
En un nivel más riguroso y académico, conviene asentir en que la rela-
ción reciente y actual de Europa con Cuba se resume en unas líneas presi-
didas por unas características centrales2. Por un lado, esta relación presenta
una peculiaridad ofrecida por la desproporcionada importancia relativa
(en términos económicos y estratégicos) de Cuba para la mayoría de los
países europeos. Esta modesta dimensión contrasta con el notable volumen
de energía y atención dedicado en algunos Estados, especialmente en los
medios de comunicación y círculos diplomáticos, hacia el país caribeño
(Roy, 2002, 2003a, 2004a, 2006a, 2007, 2008, 2009a, 2011).
Por otro lado, numerosas líneas de actuación de los principales actores
europeos, y de las propias instituciones de la UE en su conjunto, juzgan
como errónea la política de Estados Unidos hacia La Habana, sobre todo
en cuanto al embargo, y muy especialmente en referencia al alcance extra-
territorial de su legislación. No obstante, también se percibe una minoría
—particularmente en los nuevos miembros de la UE, y periódicamente
en algunos de los socios más veteranos bajo gobiernos conservadores—
alineada con esas tesis de Washington. Además, la estrategia positiva
2 Los parámetros fundamentales de la relación de la UE con Cuba están
sucintamente expuestos en la web de la Delegación en La Habana: http://eeas.
europa.eu/delegations/cuba/eu_cuba/index _en.htm
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La Unión Europ ea y Cuba: Contexto de la posici ón común
aplicada por la mayoría de gobiernos e instituciones de la UE, desde co-
mienzos de los años 1990, y especialmente aquella ejercida por una minoría
crítica, han sido correspondidas por un alto grado de frustración, cuando
no de irritación. La tenaz resistencia cubana ha frenado la presión ejercida
por la persuasión, la sucesiva presentación de ofertas, la imposición de me-
didas especiales, y también el simple “compromiso constructivo” político y
económico con el régimen cubano.
Sin embargo, conviene recordar que el grueso de la actuación europea —
contradictoria a veces, inconsistente otras, huérfana de coordinación entre
los diversos Estados, basada en una percepción reactiva y contrastiva con
la de Estados Unidos, con la excepción de la presión puesta en el tema de
los derechos humanos— no ha estado encarada hacia el presente, sino con
la perspectiva puesta en el futuro. Bajo la convicción, sobre todo durante
los más recientes años, de que las perspectivas de cambios sustanciales
en el terreno político no son viables bajo el liderazgo actual, la estrategia
ha estado encarrilada a facilitar una transición pacíca y reconciliadora.
Por lo tanto, sigue pendiente de recibir una evaluación cuando ese hecho
se produzca, y no antes. Además, el consenso se fundamenta en la creencia
de que una más estrecha relación con la sociedad civil cubana aliviaría las
penurias económico-sociales, y conseguiría unas modestas mejoras de las
condiciones políticas.
Esta actitud contrasta frontalmente con lo que se considera ha sido
una consistente política de Washington. Las sucesivas administraciones de
Estados Unidos, y más acusadamente bajo presidentes republicanos, han
apostado por provocar el colapso del sistema castrista, casi desde el triunfo
de la Revolución en 1959. Esta política se explicitó cuando se conrmó la
transformación del nuevo régimen que derribó la dictadura de Batista en
otro de corte nítidamente marxista-leninista, íntimamente aliado con la
Unión Soviética, y procedió implacablemente a la sustitución del sistema
capitalista, con la consiguiente expropiación de intereses norteamericanos.
Pero si la percepción europea todavía podía compartir con la estadou
nidense, la defensa de los principios de la democracia liberal cimentada en
el Estado de derecho de corte occidental (pluripartidismo, alternancia en el

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