El constitucionalismo monárquico frente a la monarquía constitucional

AuthorSchiera, Pierangelo
Pages87-91

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Se puede comenzar de nuevo con la Inglaterra de finales del siglo XVIII, cuando ya la doctrina de la "monarquía mixta y equilibrada" había ido perdiendo fuerza gradualmente a favor de un sistema centrado en el Gabinete responsable en primer lugar ante los Comunes. En efecto, se pretendía sustituir el equilibrio de cuño blackstoniano entre monarquía, aristocracia y democracia, bajo el control decisivo de la monarquía, por la relativa supremacía de los Comunes siguiendo una línea whig de interpreción muy bien enunciada, desde los primeros años del siglo XIX, por la Edinburgh Review1. Bagehot será quien señale que el secreto de la eficiencia de la constitución inglesa residía en la estrecha unión, o en la fusión casi completa, de los poderes legislativo y ejecutivo con el Cabinet como enlace2. La constitución inglesa recibió en Francia toda la atención que merecía a partir de Constant. Pero no es en él, sino más bien en los ambientes de un liberalismo más conservador donde se pueden ver las huellas más profundas del significado que la monarquía siguió teniendo en Francia, incluso tras la Revolución y después de Napoleón. Son huellas tan profundas que explican por sí solas la facilidad -que es también la felicidad, si se me autoriza el juego de palabras? con la que se produjo la vuelta de los Borbones en 1814.

Como conclusión de la obra dedicada a la prehistoria del régimen representativo, François Guizot subraya la importancia política de los dos

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temas del orden y de la libertad, atribuyendo a la monarquía legítima y constitucional de los Borbones la defensa del derecho y, en consecuencia, el más sólido apoyo al Estado. La legalidad completa así el marco de referencia monárquico, y en la Ley sobre la regencia, que el propio Guizot se apresura a hacer aprobar en 1842 tras la muerte del Delfín, se confirman los principios esenciales de la realeza constitucional, que son «la herencia, la ley sálica, la unidad del poder real y la inviolabilidad [...]»3. Aun con una lógica y con un tono diferentes, la postura de Constant no es muy diferente: «La monarquía constitucional tiene una gran ventaja, la de crear este poder neutro en la persona de un rey ya rodeado de tradiciones y de recuerdos y revestido de una potestad de opinión que sirve de base a su potestad política. El verdadero interés de este rey no es en absoluto que uno de los poderes derribe al otro, sino que todos se apoyen, se entiendan y actúen de consuno [...] El rey, autoridad neutra e intermedia, está en medio de esos tres poderes, sin interés alguno, desde luego, por romper el equilibrio, sino al contrario, con todo el interés por mantenerlo»4.

El secreto de una constitución es que prevea, no solo poderes "activos", sino también un poder "neutro"; de hecho, cuando se hizo recaer toda la autoridad en el legislativo (como en las repúblicas italianas del Renacimiento, durante el Long Parliament inglés o en la Convention revolucionaria francesa) se convirtió en un poder arbitrario y en una tiranía sin límites; sin embargo, cuando, se incorporó al ejecutivo (como en Roma) dio lugar al despotismo. En cambio, para Constant, el fin exclusivo de las "asociaciones humanas" es la «libertad política y sobre todo la individual».

Pero fue en el mundo alemán posnapoleónico donde la monarquía se revistió de un "principio" expresamente formulado durante el Congreso

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