Delimitación conceptural sobre los valores

AuthorMª del Carmen Monreal Gimeno
Pages17-70

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Los valores son un tema de clara vigencia en sociedades como la actual en la que conviven diversos sistemas axiológicos. Como afirma Adela Cortina (2002): “Los valores están de actualidad porque son un elemento constitutivo de nuestra realidad personal”. El ser humano aprende a estimar (y a desestimar) un objeto, a evaluarlo de manera positiva (o negativa) y a actuar según unos principios (y no otros). En definitiva, el ser humano experimenta y rige su conducta de acuerdo a los valores antes de reflexionar sobre ellos, descubrirlos e incluso cuestionarlos. Todos sabemos que existen los valores y, sin embargo, resulta difícil delimitarlos conceptualmente. Sin embargo, el análisis detenido sobre los valores resulta esencial, puesto que conforman la estructura más profunda y nuclear de nuestra identidad, orientan y motivan nuestra conducta. En definitiva, para saber quiénes somos debemos aproximarnos al conocimiento de qué valoramos y por qué nos comportamos de un modo y no de otro.

Puesto que el presente libro versa sobre los valores en la juventud, el propósito general de este capítulo es ofrecer un anclaje teórico que ayude a situar conceptualmente a la persona lectora en el tema. Por ello, en este capítulo vamos, en primer lugar, a profundizar en las características definitorias de los valores, a exponer los distintos enfoques que han tratado de conceptualizar cómo y por qué existen los valores, tanto desde una perspectiva individual como cultural. Seguidamente, nos centraremos en la importancia de la socialización en el proceso de adquisición de los valores. A continuación, vamos a comentar las prioridades valorativas de la juventud española, según diferentes estudios. Finalmente, presentaremos el proyecto de investigación bajo el cual se enmarca el presente libro, así como el instrumento utilizado y las características más destacables de la muestra.

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1. ¿Qué son los valores?

El término valor suele tener los siguientes significados más o menos compartidos: a) todo aquello que es capaz de romper nuestra indiferencia, b) aquello que responde a nuestras tendencias e inclinaciones, y c) lo que destaca por su perfección o dignidad. Esta caracterización, aparentemente sencilla, contrasta con los distintos acercamientos teóricos que, inicialmente desde la Filosofía y después desde la Antropología, la Psicología y la Sociología, han tratado de comprender el contenido de los valores, así como su estructura y su funcionamiento (Marín, 1976).

Como resultado de esta aproximación conceptual desde múltiples perspectivas, encontramos un amplio número de definiciones sobre los valores. Tal vez, la definición de Ortega es una de las más sencillas y acertadas para comprender el constructo del que hablamos. Para este autor, los valores son cualidades de las acciones, de las personas, de las cosas que las hacen atractivas. Cuando conocemos un objeto, una situación o una persona, no sólo realizamos una serie de operaciones cognitivas de mayor o menor complejidad, además las estimamos o desestimamos, las preferimos o las relegamos; es decir, las valoramos (Cortina, 2002).

El hecho de otorgar un valor determinado a un objeto (físico, personal o social) tiene una clara trascendencia, puesto que implica una valoración positiva y, en consecuencia, que ese objeto se convierta en deseable. Sin embargo, debemos destacar que dicha valoración está sujeta al carácter dinámico de nuestra realidad personal y social. Los hechos en sí mismos carecen de valoración, no son positivos ni negativos (Martínez, 2010). Es, por tanto, la consideración de ese hecho como deseable o indeseable, como bueno o malo, como afín o disonante con respecto a un código compartido lo que nos permite realizar una evaluación sobre ese hecho. En este proceso, los valores conforman una herramienta fundamental. Cortina (2002) asigna a los valores las siguientes características:

• Se relacionan con la capacidad de estimar un objeto físico, personal o social.

• Los valores “valen” realmente en el sentido de que nos atraen y nos complacen, sin poder reducirlos a una pura creación subjetiva.

• Nos permiten acondicionar el mundo, hacerlo habitable, para que podamos vivir en él plenamente como personas.

• Son cualidades reales que cualifican a determinadas personas, acciones, situaciones, sistemas, sociedades y cosas.

• Son siempre positivos o negativos, nos atraen o nos repelen, nos agradan o nos desagradan.

• Dinamizan nuestra acción y nos invitan a actuar en un sentido o en otro.

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González Lucini (1993), desde una perspectiva más educativa, señala cuatro dimensiones o rasgos que delimitan los valores:

• Son proyectos ideales de comportamiento y modos de existir que la persona aprecia, desea y busca.

• Son opciones personales que precisan de la voluntad.
• Como creencias nucleares del ser humano, se integran en nuestra estructura cognitiva

• Son características de la acción humana que mueven la conducta y orientan la vida.

Como señala Ortega, todo valor positivo es siempre superior, equivalente o inferior a otros valores. Todos los valores están en diferentes rangos, y eso lo notamos a través de la preferencia. Esta extraña cualidad de nuestro espíritu que llamamos “preferir”, nos revela que los valores constituyen una rigu-rosa jerarquía de rangos fijos e inmutables. Partiendo de las aportaciones de Ortega y Scheler, Cortina (2002) realiza una clasificación de los distintos tipos de valores, entre ellos destacan aquellos específicamente morales, como la libertad, la justicia, la solidaridad (Ver Tabla 1.1).

Un elemento común a las categorizaciones expuestas es la estrecha relación entre los valores y la conducta. Todas las definiciones coinciden en señalar que los valores son creencias o características de la persona que orientan

Tabla 1.1. Tipos de Valores (adaptado de Cortina, 2002)

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o guían el comportamiento. Los espacios o los campos de valores hacen referencia a aquellos valores u objetivos vitales que motivan, animan e impulsan a los individuos (Comas, Aguinaga, Orizo, Espinosa y Ochaíta, 2003).

Esta relación entre valores y conducta discurre en ambos sentidos. Por un lado, un determinado valor puede predecir múltiples conductas (por ejemplo, el valor de la solidaridad se puede plasmar en distintas conductas) y, por otro, un comportamiento específico puede venir motivado por más de un valor (por ejemplo, el apoyo a la defensa de los derechos de la infancia puede estar relacionado con la solidaridad o la justicia social, entre otros) (Molpe-ceres, 1991). Cabe destacar que la relación entre valores y conducta no es exclusivamente directa, también discurre a través de las actitudes. Los valores influyen en la formación de actitudes que contribuyen a la predicción del comportamiento. Asimismo, las actitudes específicas también pueden predecir valores, aunque hay que tener en cuenta que en la relación entre valores, actitudes y conducta también intervienen otras variables individuales, sociales y situacionales. En consecuencia, el valor es, por tanto, una orientación individual, una concepción personal de lo deseable, una meta amplia y estable que guía la conducta individual y que forma parte constitutiva del individuo. En definitiva, los valores como distintivos personales reflejan la compatibilidad o el conflicto percibidos por el sujeto en la búsqueda cotidiana de sus metas, y no como características de un grupo cultural (Molpeceres, 1994).

Otro aspecto derivado del concepto de valor como principio o guía es su dimensión prescriptiva. Los valores son disposiciones generales estables de los seres humanos que implican preferencias o sentido de obligación (Barton, 1962). Para Scwhartz y Bilski (1987) los valores se definen como conceptos o creencias sobre estados finales o conductas deseables que trascienden las situaciones concretas, guían la selección o la evaluación de la conducta y los eventos y están ordenados por su importancia relativa. En consecuencia, un valor expresa una específica preferencia enraizada en creencias evaluativas sobre la bondad/maldad o aceptación/rechazo de un objeto particular que conlleva la cualidad de obligatoriedad (García, 2008).

Las definiciones expuestas parecen obviar la dimensión compartida de los valores. Sin embargo, cuando profundizamos en el concepto de valor, uno de los interrogantes que tratamos de responder hace referencia a su carácter universal y social. No todos tenemos los mismos valores y las preferencias en nuestro sistema axiológico se han modificando al tiempo que lo han hecho nuestras sociedades. En definitiva, los valores también son un producto social y cultural. Desde una orientación cultural, la explicación del valor se encuentra referida a las características de las sociedades como sistemas, cuyos componentes son las esferas geográfica, demográfica, económica y política (Hofstede, 1980).

Los valores, desde esta óptica, son maneras particulares de apreciar aspectos importantes en la vida humana por individuos que pertenecen a un

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determinado grupo cultural (González y Marquínez, 2004). El valor es, por tanto, lo deseable y lo valioso en un contexto y una cultura que comparte y elabora representaciones colectivas sobre los distintos objetos1. Los valores están intrincados en su contexto social, histórico y cultural, de manera que son perdurables, pero no inmutables. En efecto, la...

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