La juventud europea y el funcionamiento de la sociedad

AuthorMª del Carmen Monreal Gimeno
Pages105-142

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1. La juventud europea y la ciudadanía

Nuestra sociedad se estructura a través de dos grandes vías, una formada por los organismos privados y, la otra, por los organismos públicos y políticos. Así, de una parte, está la sociedad civil y de la otra el Estado (Bobbio, 1975), que se corresponde con la hegemonía que el grupo dominante despliega en la sociedad.

A la sociedad le concierne el desarrollo y el progreso del Estado, es la sociedad, la ciudadanía la que da sentido a la democracia, participando en la actividad pública para buscar soluciones a los problemas sociales. La importancia de la juventud en todo este proceso parece estar clara, a ella le toca continuar con los fines de desarrollo y progreso proporcionando los cimientos de una sociedad nueva.

La sociedad instrumentaliza sistemas u organismos para lograr sus objetivos. Las instituciones son algunos de estos instrumentos que sirven para facilitar el desarrollo organizado de los temas públicos, están contenidas como un fiel reflejo del tejido social para promover y fomentar la participación ciudadana haciendo, además, de medio de interlocución con el Estado.

Las instituciones reflejan las estructuras sociales, los valores y las normas de convivencia social, reproducen los comportamientos políticos que los actores y las actrices sociales desarrollan controlando los recursos fundamentales de la sociedad. Las instituciones son el lugar de encuentro de las expectativas de la ciudadanía sobre la administración de los recursos sociales y las orientaciones y prioridades de los actores y las actrices políticos/as elegidos/as democráticamente. Este encuentro debe basarse en los principios, valores y normas de convivencia que reflejan las estructuras sociales.

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A veces estas dinámicas de funcionamiento institucional se hacen tan sistemáticas y habituales que llegan a reconocerse como algo propio y lógico, inmerso en la misma naturaleza social, como elementos constitutivos de la sociedad, de las que las personas nos hemos dotado (Parson, 1964). Vienen a ser modelos de comportamiento con sus propias normas que responden a necesidades y demandas de la propia sociedad pero con una duración temporal que las hace aparecer en sus actuaciones como si la sociedad no fuera la razón de su existencia (Cavalli, 1996).

El buen funcionamiento de las instituciones permite que el sistema sea estable, pero para conseguir esta estabilidad tiene que haber equilibrio entre las reglas sociales de convivencia y los valores que orientan las acciones políticas. Este equilibrio permite que se resuelvan con garantías las controversias individuales y colectivas, de acuerdo con unas normas previamente establecidas que avalan y aseguran que los derechos ciudadanos se respeten en cada una de las personas que conforman la sociedad; erigiéndose así como elementos esenciales para garantizar los derechos sociales de todos y todas.

Una característica fundamental de las instituciones es que los ciudadanos y las ciudadanas no las escogen, ellas están ahí formando parte de su propia existencia para dar respuestas a sus preferencias y sentido a la acción. Aunque este proceso se rige siempre por unas reglas dispuestas para facilitar la consecución de los fines que la sociedad se propone y que están de acuerdo con los principios y valores que fundamentan esa sociedad (Parson, 1990).

Cada persona nace en un contexto social estructurado a través de una lengua, unas creencias, unos valores y una organización, esto constituye la herencia social que cada generación reproducirá y transformará. La reproducción se hace a través de la transmisión de valores, creencias e instituciones de unas generaciones a otras. La juventud es, por tanto, una actriz fundamental a tener en cuenta en el proceso de construcción y reproducción de cualquier sociedad (Redoli, 2002).

Los y las jóvenes representan la potencialidad renovadora de las estructuras sociales, ellos y ellas tomarán en todas el relevo generacional, gracias a este empuje renovador la sociedad progresa. Sin embargo, las expectativas generacionales pueden no responder a lo que la juventud actualmente representa en la vida pública, sobre todo en la vida política.

Aparecen con frecuencia informes y referencias de los valores y actitudes políticas de la juventud. En ellos podemos observar que la denominada “apatía política”, comparada con el resto de la población, no es tal y como a veces se manifiesta. No existen tantas diferencias con el resto de la población ni podemos considerar a los y las jóvenes como un grupo con un comportamiento homogéneo (García-Albacete, 2008; Martín, 2004; Ferrer, 2006).

Tener conocimiento sobre la actitud de la juventud resulta cuanto menos de interés porque sirve para despejar las dudas que se ciernen sobre ella pero, sobre todo, resulta necesario porque, como se ha expresado anteriormente, es la natural continuadora de la sociedad con sus ventajas e inconvenientes.

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Como se comentó en el capítulo primero de esta obra, uno de los objetivos fundamentales que se propusieron, precisamente, en el estudio realizado sobre los y las jóvenes en algunos países de la Unión Europea fue conocer estos aspectos. Qué impresión tienen de lo que es un “buen ciudadano”, cómo perciben las organizaciones políticas y civiles y, en general, cómo interpretan el sistema de gobierno en cada uno de los países estudiados buscando las implicaciones educativas que estos datos proporcionan.

1.1. La juventud europea y la concepción de ciudadanía

El ciudadano y la ciudadana son miembros de la comunidad con la que se identifican y con la que participan. La condición de ciudadanía conlleva derechos y deberes que garantizan la convivencia y optimizan el bienestar público. Con la ciudadanía han ido ampliándose el reconocimiento de derechos en cantidad y calidad (Offe y Claus, 2004). La concesión de la ciudadanía es una condición necesaria para la integración social plena, da acceso a los derechos derivados de la actividad política, aunque en la Unión europea la concepción de los derechos humanos permite disfrutar de las libertades civiles básicas. Aún así, la concepción ciudadana no puede reducirse a la simple participación externa o al beneficio de recibir educación, atención sanitaria o seguridad social, el rol de ciudadanía conlleva tendencias y actitudes hacia la madurez cívica como individuo y como depositario/a de valores sociales garantes de la convivencia social.

La ciudadanía viene determinada por tres dimensiones (Pérez Serrano, 2001; Benedicto y Morán, 2003) que pueden sintetizarse en:

— El “ciudadano activo”, como ciudadano o ciudadana participativo/a y comprometido/a, que viene identificado por aquella persona que manifiesta una dimensión activa de implicación y participación en la vida pública: electoralmente, pertenece a partidos políticos, sindicatos, trata de cambiar, tiene protagonismo político.

— El “ciudadano pasivo”, no comprometido/a, ciudadano o ciudadana que no adquiere compromisos, limitado/a a los derechos y deberes de ciudadanía. Es un ciudadano o ciudadana que obedece la ley, está informado/a.

— El “ciudadano leal y con identidad social”, ciudadano o ciudadana identificado/a con un grupo social, pero no referido a un estadonación o fundamentado en la comunidad política.

Cada persona con su propia participación aprovechará de una forma u otra las oportunidades que la sociedad le brinda. Indudablemente la ciudadanía se optimiza con la participación, con la colaboración, con el esfuerzo

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encaminado a mejorar el bienestar de la comunidad. Resulta importante formar buenos ciudadanos y buenas ciudadanas que puedan sustentar los principios de la comunidad, compartir sus valores y hacerla progresar.

A la juventud se le reconoce la responsabilidad de incorporarse a los roles ciudadanos para conservarlos y mejorarlos. Resulta de vital importancia social conocer cuál es la percepción que tiene la misma de lo que significa ser un buen ciudadano y una buena ciudadana, qué dimensiones son las que explican mejor el modelo de “buen ciudadano” por el que la juventud se inclina.

Tabla 3.1. Concepto de “buen ciudadano”

[VER PDF ADJUNTO]

La juventud europea estudiada coincide “en primer lugar”, por el porcentaje de sus respuestas (ver Tabla 3.1) en que un buen ciudadano o una buena ciudadana es aquella persona que se muestra respetuosa con los actos sociales (83%), paga sus impuestos (80,7%) y, en tercer lugar, que obedece la Ley (79,2%). Un número importante piensa que un buen ciudadano y una buena ciudadana deben animar a votar en las elecciones (57,7%), sin embargo es un grupo muy destacado el que representan aquellos y aquellas jóvenes que consideran que el buen ciudadano y la buena ciudadana no tienen por que pertenecer a una asociación o sindicato (77%), sólo un 23% de la juventud piensa que sería conveniente pertenecer a una asociación o sindicato.

Analizando esta misma categoría del buen ciudadano-buena ciudadana en los distintos países (Gráfico 3.1) se observa cómo en la juventud de todos los países destaca la obediencia a la ley y mostrar respeto en los actos sociales, exceptuando los y las jóvenes británicos que destacan más el valor de pagar los impuestos respecto de los otros valores. Asimismo es destacable el escaso interés por la participación en...

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