El Tratado de Lisboa y el fortalecimiento democrático de la Unión Europea

AuthorElviro Aranda
ProfessionProfesor Titular de Derecho constitucional de la Universidad Carlos III Diputado del Grupo socialista en el Congreso de los Diputados.
Pages217-228

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1. Introducción

Mi buen amigo Carlos Carnero comienza un pequeño y reciente trabajo sobre Europa diciendo que la UE es lo mejor que se ha hecho en el Continente en toda la historia1. La verdad es que yo no me atrevo a hacer una aseveración tan rotunda, aunque si creo que el proceso de integración ha conseguido conjurar uno de los peores males que el Viejo Continente ha tenido: las guerras, consecuencia de las disputas fronterizas y falta de comprensión entre países.

Aunque esto parece una realidad evidente, no todo el mundo piensa que ha sido obra de la integración europea. Para unos, como decía, el valor de la Unión está en que se ha cumplido en un plazo relativamente breve el objetivo de anular la posibilidad de conflictos entre países de la Unión. Sin embargo, para otros, esa cuestión tiene poca importancia puesto que en ese tiempo no sólo ha cambiado políticamente Europa, sino que también han cambiado las circunstancias internacionales en las que nos encontramos y, por lo tanto, el objetivo de neutralizar la guerra de mediados del XX ha quedado fuera de juego. Los enfrentamientos entre potencias europeas hace tiempo que han dejado de ser un problema, puesto que la realidad nacional, territorial e internacional es tan distinta como para que no se pueda pensar en clave de conflicto militares entre estados de Europa. Los problemas ahora son globales, y los posibles enfrentamientos se presentan en clave cultural o Page 218 religioso y eso hace que el conflicto está más allá de las fronteras del Continente Europeo2.

¡Bueno! sea de una manera o de otra, lo cierto es que por este tipo de motivos en la construcción de la Europa unida siempre han existido dos formas de ver la situación: la de aquello que se declaran eurooptimistas, que se fijan en que se han cumplido los objetivos de su origen y, además, es un elemento de progreso para los países que la conforman; y los que se declaran euroecépticos, que ponen el acento en las dificultades que tiene para avanzar una organización que transciende los intereses de los estados y de protagonismo a los ciudadanos.

Sin embargo, tengo la impresión que al hablar de sistemas y organizaciones políticas declararse optimista o pesimista en función de los resultados que se consiguen en un determinado momento tiene poca utilidad. Creo que cuando se analizan organizaciones de este tipo es mucho mejor ser pragmático y reconocer que en política en cada momento se hace "lo que se puede", y ese "lo que se puede" no es una frase para expresar impotencia o "despejar" una explicación más fundada, es tan sólo la declaración de que los factores que influyen en el resultado son tantos y tan desconocidos que muchas veces no están al alcance de los sujetos que actúan. Por ello, yo propondría un nuevo grupo en relación con la construcción europea: los europosibilistas. Los que tienen claro que hay que seguir construyendo la Europa unida, pero que esa Europa como todas las organizaciones políticas se forja en "idas y venidas" que vistas demasiado cerca pueden dar la sensación de que el progreso es escaso. Precisamente lo que ha sucedido con el Tratado de Lisboa y sus prolegómenos. El Tratado Constitucional y la integración de doce nuevos miembros era un espectacular avance que no ha podido digerir la Unión y nos hemos tenido que conformar con sumar a la ampliación a veintisiete una nueva reforma de los Tratados que, en todo caso, desde mi punto de vista mejora con mucho los ya existentes.

2. La legitimidad democrática en la Ue no se puede quedar en una cláusula de estilo: avances y retrocesos en el nuevo tratado

Conforme la Europa unida iba conquistando dirección política y fortaleciendo sus instituciones el Derecho y los actos de la Unión se presentaban más alejados y oscuros para los ciudadanos europeos. Por ello, pronto se empezaron a alzar voces que reclamaban más claridad y cercanía en el trabajo de la Unión. En definitiva, que Europa debía construirse desde parámetros más democráticos y para ello los ciudadanos y las instituciones que los representan tenían que tener un papel más relevante. Se empezó a hablar de "déficit democrático" Page 219 para referirse a que la Unión y sus instancias adolecen de legitimidad democrática, fundamentalmente por dos motivos:

- Primero, porque la Unión está dominada por un órgano que tan sólo hace presente a los Estados y que acumula poderes legislativos y gubernamentales, el Consejo de la Unión Europea. Además, a éste debemos añadir otro órgano de carácter burocrático y tecnócrata que carece de legitimidad democrática, la Comisión Europea.

- Segundo, la Unión es una organización en Derecho e Instituciones "mastodóntica" que por su complejidad es inaccesible para los ciudadanos.

La consecuencia de esta situación es que hoy día es difícil encontrar un Tratado o Declaración institucional que no haga referencia a la necesidad de fortalecer democráticamente la Unión. Lo hacían los Tratados de Maastricht, Ámsterdam, Niza y, también, la Conferencia Intergubernamental de 2004 que, además, tenía entre sus cometidos fundamentales mejorar la legitimidad democrática de la Unión. En el caso que nos ocupa no ha sido menos, el Acuerdo del Consejo de junio de 2007 establecía como mandato a la CIG que debía elaborar un Tratado de reforma con la finalidad de aumentar la eficacia y la legitimidad democrática de la Unión ampliada y la coherencia de su acción exterior.

Está bien que sea así, pero también es bueno tener claro que para mejorar la legitimidad democrática de la Unión no podemos quedarnos en una declaración, en una frase hecha que tranquilice las "malas conciencias". Todo lo relacionado con la legitimidad democrática tiene que ver con el grado de integración de las personas en la comunidad política, y esa integración no depende tan sólo de buenos instrumentos jurídicos para la participación, sino que también depende de elementos que identifican a los ciudadanos con sus organizaciones. Es decir, hay un valor simbólico de las decisiones políticas que solo tienen utilidad si resultan comprensibles para los ciudadanos.

En ese sentido el nuevo Tratado de la Unión se puede ver como un paso más en el procesos de integración y fortalecimiento democrático, quizás no tan grande como el que pretendía el Tratado por el que se establecía una Constitución para Europa, pero si el paso que se podía dar en estos momentos:

- Se consolida la ciudadanía de la Unión cuando se dice que la Carta de Derechos Fundamentales tiene valor jurídico. El Consejo Europeo de Niza aprobó dicha Carta de Derechos Fundamentales pero aún quedaba reconocerle expresamente valor jurídico. Ahora se ha logrado y, con ello, damos un gran paso para fortalecer la ciudadanía de la Unión que es difícilmente entendible sin un "catálogo" de derechos bien establecidos. Es cierto que existe el Convenio de Derecho Humanos de 1950, las tradiciones constitucionales comunes a los Estados y los principios generales del Derecho Comunitario, y que todo ello ha sido durante muchos años para la Jurisprudencia, y desde el Acta Única para los Tratados, la forma para el reconocimiento de los derechos fundamentales en la UE, pero solo la aprobación de la Carta en Niza y Page 220 el reconocimiento de su valor jurídico ahora completa el gran paso que se da en Maatricht reconociendo la ciudadanía de la Unión3.

- Se hace una declaración expresa para afirmar que el sistema político de la UE es la democracia representativa (art. 8. A. 1). Eso sí, desde la doble legitimidad que conforma el sistema de la Unión: la de los ciudadanos y la de los Estados. Pero en todo caso, y ese era el aporte que hacía el proyecto non nato de Tratado Constitucional y que mantiene este nuevo Tratado, reforzando al Parlamento que aparece con funciones bien definidas, cosa que no sucedía hasta ahora. Primero, se declara expresamente que los ciudadanos están...

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