Educación para la convivencia democrática

AuthorMª del Carmen Monreal Gimeno
Pages173-200

Page 173

1. Introducción

La consideración de los resultados empíricos de la Investigación I+D iniciada hace cinco años a cerca de los valores y actitudes de la juventud europea ante los principios y los fundamentos de la Constitución Europea y las Instituciones Democráticas4, nos lleva de nuevo a reflexionar sobre la necesidad de educar a la juventud en los valores que respaldan la convivencia demo-crática si queremos que esta sociedad europea, especialmente la ciudadanía más joven, progrese en el respeto a las demás personas y a las propias Instituciones democráticas.

En esta línea, hace pocos años, en nuestro país se abrió el debate sobre la necesidad o no de impartir una nueva materia: “Educación para la ciudadanía” (asignatura que, por otro lado, existe en el currículo de la mayor parte de los países europeos). Hecho que, como bien sabemos, ha derivado en importantes reflexiones sobre quién debe ser el agente social que transmita a la juventud valores para la convivencia: la familia o el centro educativo. Pero, ¿de qué valores estamos hablando?, ¿cuál es el comportamiento de nuestra juventud?, ¿posee ésta principios, valores universales que orientan su comportamiento en el respeto y la solidaridad hacia el resto de personas?

Durante las últimas décadas estamos constatando en la juventud, a través de las noticias y sucesos, muestras de agresividad, falta de solidaridad, etc. En

Page 174

definitiva, determinados comportamientos que cada vez más ponen de manifiesto la existencia de un cierto número de jóvenes que no tienen asumidos valores mínimos, como la dignidad, la justicia y la solidaridad que fundamentan los derechos humanos y posibilitan una convivencia pacífica.

De ahí que nos planteemos cómo son las relaciones de los y las jóvenes entre sí (“relaciones entre iguales”), las relaciones con sus mayores, con otros grupos sociales, qué valores las presiden y cuál es su posición ante las Instituciones Democráticas como ciudadanía democrática a la que pertenecen.

Los niños y las niñas no nacen con valores tales como el respeto, la ayuda, la solidaridad, etc., sino que los adquieren en convivencia con las demás personas e indudablemente no se aprenden de un día para otro sino que requieren de un largo proceso de adquisición e interiorización para hacerlos propios y que orienten así las conductas cotidianas.

Podríamos ahora preguntarnos quién asume la responsabilidad de la transmisión de valores para la convivencia, el respeto y todo el cuerpo de valores morales que sustentan los Derechos Humanos. Indudablemente estamos hablando de educación en valores. Durante un tiempo se ha pensado que la responsable de la transmisión de estos valores era la familia, posteriormente se ha puesto el énfasis en el centro educativo, que debe velar por el cumplimiento y el logro de estos valores en el proceso educativo. Actualmente se vuelve a poner el énfasis en la familia, incluso poniéndose de manifiesto que el centro educativo puede ser sospechoso de trasmitir algún tipo de ideología que pudiera ser contraria a la que la familia promueve. Así, en este baile de responsabilidades familia - centro educativo nos encontramos con graves problemas de convivencia (acoso, bullying, cyber-bullying, etc.), que se están poniendo de manifiesto en pleno siglo XXI en las instituciones educativas.

La tarea de que la juventud aprenda a relacionarse respetando a los demás seres humanos independientemente de su ideología, cultura, religión…, a valorar las diferencias como un aspecto enriquecedor, a respetar los compromisos, a asumir sus responsabilidades, etc., es, desde nuestro punto de vista, una obligación de todos y todas. Tanto de la familia como de toda la comunidad educativa, puesto que la transmisión de estos valores no es tarea de una materia en concreto sino que debe impregnar todo el proyecto de centro, en estrecha colaboración con la familia. Cuando cualquiera de estos factores falla, desde luego se resiente el clima del centro y repercute en el tipo de relaciones que se establecen entre los y las jóvenes. Pero no acaban aquí las fuentes de influencia que afectan a la juventud. No debemos olvidar el papel jugado por los medios de comunicación: qué actores y conductas se presentan como modelos sociales, reforzándose en muchos casos contravalores de nuestra sociedad; la transmisión del “todo vale para triunfar” o de que “el fin justifica los medios” (acuñada por Maquiavelo en su obra “El Príncipe” de 1513), el uso mediático de la mentira como instrumento de dominio. Cuántas veces se pisotea la dignidad de la persona,

Page 175

poniendo de manifiesto que el éxito de audiencia y el poder, son más importantes que los propios individuos.

Ciertamente, toda una serie de acontecimientos desencadenados en el pasado siglo han dado lugar a cambios significativos en nuestras vidas. La rápida evolución de los conocimientos, el progreso tecnológico en nuestra sociedad globalizada y cambios en los roles de padres y madres dentro de la institución familiar, están teniendo consecuencias positivas en la sociedad, sin lugar a dudas, pero también negativas, conduciéndonos a un cierto relativismo con respecto a los valores y a la educación de los mismos. Antes, cuando el niño o la niña entraban en el centro educativo habían adquirido ya ciertos valores como el respeto a las personas mayores, sabían que sus deseos tenían un límite que era el de las demás personas y las propias normas, etc. Lo habían aprendido en el seno de la familia mediante el afecto y el modelado de personas de diferentes edades que bien podían pertenecer a la familia extensa. Hoy en día, el modelo y las funciones familiares se están viendo transformados y es, cada vez más, el centro educativo el que, con métodos más racionales, está asumiendo la educación en valores para la convivencia de su alumnado. Al menos, así debería hacerlo si queremos que lleguen a formar parte de una ciudadanía activa de la Comunidad a la pertenecemos: Europa.

La pertenencia a la Comunidad Europea supone una nueva dimensión para la ciudadanía. Formamos parte de a una Comunidad más amplia que nos vincula a Instancias Democráticas supranacionales y es necesario que el conjunto de valores para esta convivencia democrática europea sean reconocidos por los diversos países miembros de la misma.

Partiendo del hecho de que los valores subyacentes en la Constitución Europea son imprescindibles para una convivencia democrática, consideramos que el nuevo concepto de ciudadanía alberga los valores democráticos que transcienden el concepto de nación sin perder las raíces del país de procedencia. De ahí la necesidad de una educación para la ciudadanía desde un perspectiva nacional y europea.

En la investigación que hemos realizado, hemos podido constatar cómo existe un reconocimiento general por parte de la juventud europea de los valores de la Constitución Europea con algunas importantes diferencias entre los países estudiados y que han sido presentadas en los anteriores capítulos. Valores que constituyen grandes marcos abstractos (Dignidad, Libertad, Igualdad ante la Ley, Solidaridad, Ciudadanía, Justicia) a los que debemos ajustar la conducta, aunque como la propia juventud ha manifestado, no siempre es fácil llevarlos a la práctica. Esta distancia entre la teoría y la práctica, entre el pensamiento y la aplicación del valor si las circunstancias lo permiten (es decir, condicionar el valor a las circunstancias), es una de las características que podríamos generalizar a la juventud europea: el “relativismo moral” que debemos tener muy presente en la educación en valores para modificarlo.

Page 176

Por otro lado, nos encontramos con un escaso conocimiento cívico y del funcionamiento de las Instituciones Democráticas, de ahí su pobre concepto sobre “el buen ciudadano” y su desinterés por temas colectivos. Todo lo cual, nos conduce a plantearnos la necesidad de la educación en valores democráticos de la ciudadanía más joven de Europa.

2. La educación en valores democráticos

De todos los procesos educativos, la educación en valores es de los más complejos, pues no se limita a transmitir conocimientos. No basta con entender los valores (aunque ese conocimiento sea la base para que se adquieran las actitudes de adhesión a un valor concreto y que presida así nuestro comportamiento), sino que también es necesaria la repetición de conductas para que surja el hábito de ese “hacer”.

Los valores ponen en juego actitudes, comportamientos y competencias cuya adquisición es esencial para desarrollar patrones de convivencia. Es necesario crear la cultura pública de la convivencia por la que se rige, o debería regirse, una sociedad democrática. Estos valores subyacen en los medios de comunicación social y en los canales básicos que ponen en funcionamiento la sociedad.

Parece cada vez más obvio que se debe cultivar el ideal democrático desde la óptica educativa, con el fin de favorecer el diálogo entre los pueblos y la comprensión y cooperación internacionales. De este modo, se fomentarán actitudes solidarias entre las naciones. Además, cada vez tenemos más conciencia de la necesidad de una ciudadanía europea, aunque somos conscientes de que se trata de una tarea complicada debido, entre otros motivos, a las distintas trayectorias históricas de los países que conforman la Unión Europea. Por otro lado, la educación es necesaria para inculcar tal concepto de “ciudadanía”, pues se trata de un concepto político que tiene que ver con el modo de relacionarse de la persona con la colectividad, tanto con el Estado como con la sociedad civil, y no olvidemos que la ciudadanía ha sido una aspiración y una conquista acariciada durante largo tiempo en Europa. Entre los valores que...

To continue reading

Request your trial

VLEX uses login cookies to provide you with a better browsing experience. If you click on 'Accept' or continue browsing this site we consider that you accept our cookie policy. ACCEPT