El periodismo político y el político periodista en la definición de la Unión Europea

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Europa cuenta desde diciembre de 2007 con un nuevo cuerpo normativo, el Tratado de Lisboa, que entró en vigor dos años después, en diciembre de 2009, tras ser ratificado por todos los Estados miembros, el último de ellos la República Checa en noviembre de ese año. Con su entrada en vigor, este Tratado culmina 50 años de historia comunitaria, desde el de Roma firmado en 1957, diseñado y rubricado tras las obligadas cesiones y no menos complicadas negociaciones a 27 países con sus respectivos intereses.

El Tratado de Lisboa surgió tras la imposibilidad de sacar adelante la Constitución Europea, rechazada por Francia y Holanda en 2005 y ratificada por dieciocho Estados miembros, o lo que es lo mismo, dos tercios de la Unión, mientras que otros siete no llegaron a pronunciarse. De todos ellos, cuatro celebraron sendos referéndum, que concluyeron con el rechazo de los citados Francia y Holanda y el apoyo de España y Luxemburgo. Pese a este empate, si se contabilizan todos los votos emitidos en las cuatro consultas, veintiséis millones de personas se mostraron a favor del texto y veintidós en contra, por lo que la diferencia representa una clara ventaja a favor del ´sí´ a la Constitución Europea.

En las cuatro campañas previas a los referéndum cobraron un protagonismo casi exclusivo los debates nacionales sobre Europa en lugar de los debates europeos y centrados en el texto a ratificar, lo que se plasmó en los discursos políticos y espacios mediáticos. En todo caso, los rechazos de Francia y Holanda motivaron una pausa reflexiva que, después de algo más de dos años, concluyó con la elaboración y firma de otro Tratado, el de Lisboa.

En España, así como con motivo del referéndum sobre la Constitución Europea los medios de comunicación dedicaron espacios con este objetivo casi diariamente durante la campaña política, aunque en ellos ocuparan sus líneas los debates nacionales sobre el texto, en el caso del Tratado de Lisboa el seguimiento se constató primordialmente con motivo de las cuatro cumbres de los líderes europeos celebradas en marzo, junio, octubre y diciembre de 2007 en que se impulsó, se negoció, se acordó y finalmente se firmó el texto.

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Por ello, en la elaboración de este trabajo se analiza la cobertura realizada por los tres principales diarios nacionales de información general, que son El País, El Mundo y ABC -los tres periódicos de pago más leídos y considerados como referentes de opciones políticas antagónicas2-, durante estos cuatro meses de 2007.

En dichos meses, la prensa aportó también bastante información que se basó fundamentalmente en el periodismo de declaración, de forma que el lector podía saber qué decían unos y otros políticos y el porqué si estaba al tanto del proceso. Ello se debió a que la prensa imprimió bastante ritmo a las noticias conformando en su conjunto un guión o diálogo ilustrado por fotografías y confiriendo al proceso de negociación y acuerdo del Tratado de Lisboa un aspecto eminentemente visual, proporcionándole de esta forma un carácter más atractivo a la información sobre la Unión Europea, tradicionalmente burocrática y poco seductora para el público en general.

De hecho, los protagonistas de la negociación del Tratado, claramente identificados y reducidos a cinco, tres a favor de un nuevo texto y dos en contra, gozarían desde entonces de unas características que provocarían por sí mismas, sólo con ver su rostro y el gesto retratado, filias y fobias en el receptor del mensaje.

No en vano, la influencia de los medios de comunicación en las percepciones, acepciones y decepciones de los ciudadanos ha sido ampliamente estudiada desde Lippmann3y Park4, Cohen5o McCombs y Shaw, que demostraron con trabajos empíricos que los medios no sólo dicen a sus lectores sobre qué tienen que pensar, como afirmaba Cohen, sino que además les dictan cómo pensar sobre la parcela de la realidad que eligen y sus protagonistas. El nombre que pusieron a este proceso fue agenda setting6.

Los análisis realizados por McCombs posteriormente concluyeron que la opinión pública percibe a los protagonistas de las informaciones seleccionadas por los medios de comunicación con las características que éstos les atribuyen7, es decir, los ven por los ojos de quien habla o escribe sobre ellos, lo que implica

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en el ámbito de los medios de comunicación la traslación de la realidad subjetiva del emisor al receptor a través de su información y la consiguiente influencia del primero sobre el segundo8.

Esto es lo que ocurrió en nuestro caso, cuando la prensa confirió a unos políticos un halo de poder y lealtad a la idea del proyecto europeo que los convirtió en los "buenos" de la historia, frente a los "malos" dominados por sus propios intereses contrarios a los de los demás. Sin embargo, todos defendieron la posición de su país en Europa, nadie que no ganara algo salió perdiendo, el problema fue que estos últimos querían beneficios sin renuncias, comportamientos ambos que la prensa contó y que el lector así pudo percibir.

1.1. El discurso público y publicado

La pasión que mantiene irremediablemente unidos al quehacer periodístico y a la práctica política hace que muchas veces se olviden de que los dos, el periodista y el político, se deben a los lectores y ciudadanos como destinatarios últimos de sus informaciones y de sus mensajes, respectivamente. Y digo irremediablemente porque la relación entre políticos y periodistas puede constituir en algunos casos, sobre todo los relativos a pugnas partidistas, una pareja de hecho dedicada a satisfacer mediante confidencias sus necesidades e intereses para acabar redibujando ante los demás, la sociedad, la consistencia de su unión.

De ahí la necesidad de establecer "fronteras claras entre el periodismo y la política"9, postula Ortega, quien asegura que en España se superponen los modelos de prensa de calidad y prensa sensacionalista, a veces en el mismo medio. Y casi siempre, podríamos añadir, con el mismo fin: Avivar tensiones políticas que redunden en informaciones periodísticas y viceversa, y que sirvan, a su vez, para agitar al incauto lector que se aventuró a interesarse por los asuntos europeos y terminó su café odiando a la canciller alemana, Angela Merkel, indiscutible líder de la Unión Europea, o al presidente francés, Nicolás Sarkozy, curiosamente los únicos que presentan propuestas para Europa, los únicos a los que se puede criticar.

Para mantener la atención, los medios en general, y la prensa en particular, se centran en elementos personales y transforman la realidad en espectáculo hasta

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convertirla en un escándalo. El dinamismo de la prensa quiere efectos de forma constante, y dice Spengler que la clave es mantener "a los espíritus permanentemente bajo presión. Sus argumentos quedan refutados tan pronto como una potencia económica mayor tiene interés en los contraargumentos y los ofrece con más frecuencia a los oídos y a los ojos".10La finalidad del político es también conseguir el mayor número posible de informaciones, normalmente basadas en un juego de declaraciones y gestos que no dejará de alimentarse.

El círculo comienza por la mañana con la prensa, continúa con la radio que comenta y amplía los diarios, sigue al mediodía con la televisión que hace lo propio con la radio y así sucesivamente hasta la madrugada, cuando se cierra el círculo, que empieza otra vez por la mañana con la prensa. Esta rueda que acuña Albertini se basa en la necesidad de que "la noticia (nacida en un diario) se multiplique en los demás medios. Los medios funcionan como un sistema: Un punto puede originar una noticia, pero si el sistema no la absorbe, la noticia finalmente se muere en ese punto. Es un círculo constante en el que un medio legitima a otro"11. Podría atribuirse a este efecto la denominación de Frye de resonancia cuando afirma que, "por medio de la resonancia, una declaración particular y en un contexto particular adquiere una significación...

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